Nació en el Brasil por el exilio de sus padres, pero regresaron durante la infancia de éste. Estudió en el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay, Entre Ríos, mostrándose dotado para la literatura y la polémica.
Bartolomé Mitre ordenó al año siguiente la clausura de El Porvenir, lo que motivó a Andrade a mudarse a Buenos Aires para publicar en El Pueblo Argentino. Colaboró con Carlos Guido Spano y Agustín Vedia en la redacción de La América, apoyando la candidatura presidencial de Urquiza. Dirigiría luego La Tribuna Nacional, además de enseñar historia clásica en el Colegio Nacional Buenos Aires. En 1878 fue electo diputado, y reelecto tres años más tarde.
Fue poeta de cariz lírico y épico, aunque dio poco a la publicación. Las obras épicas abordaron los mismos temas de la historia nacional que había tratado como periodista. Posiblemente sus mejores versos podamos hallarlos en su obra El nido de cóndores
Fuente: http://es.wikipedia.org
La vuelta al hogar
Todo está como era entonces:
La casa, la calle, el río,
Los árboles con sus hojas
Y las ramas con sus nidos.
Todo está, nada ha cambiado,
El horizonte es el mismo;
Lo que dicen esas brisas
Ya, otras veces, me lo han dicho.
Ondas, aves y murmullos
Son mis viejos conocidos,
Confidentes del secreto
De mis primeros suspiros.
Bajo aquel sauce que moja
Su cabellera en el río,
Largas horas he pasado
A solas con mis delirios.
Las hojas de esas achiras
Eran el tosco abanico,
Que refrescaba mi frente
Y humedecía mis rizos.
Un viejo tronco de ceibo
Me daba sombra y abrigo
Un ceibo que desgajaron
Los huracanes de estío.
Piadosa una enredadera
De perfumados racimos
Lo adornaba con sus flores
De pétalos amarillos.
El ceibo estaba orgulloso
Con su brillante atavío,
Era un collar de topacios
Ceñido al cuello de un indio.
Todos, aquí, me confiaban
Sus penas y sus delirios:
Con sus suspiros las hojas
Con sus murmullos el río.
¡Qué triste estaba la tarde
La última que nos vimos!
Tan solo cantaba un ave
En el ramaje florido.
Era un zorzal que entonaba
Sus más dulcísimos himnos,
¡Pobre zorzal que venía
A despedir a un amigo!
Era el cantor de las selvas,
La imagen de mi destino,
Viajero de los espacios,
Siempre amante y fugitivo.
¡Adiós! parecían decirme
Sus melancólicos trinos;
¡Adiós, hermano en los sueños,
Adiós, inocente niño!
Yo estaba triste, muy triste,
El cielo oscuro y sombrío;
Los juncos y las achiras
Se quejaban al oírlo.
Han pasado muchos años
Desde aquel día tristísimo;
Muchos sauces han tronchado
Los huracanes bravíos.
Hoy vuelve el niño, hecho hombre,
No ya contento y tranquilo,
Con arrugas en la frente
Y el cabello emblanquecido.
Aquella alma limpia y pura
Como un raudal cristalino
Es una tumba que tiene
La lobreguez del abismo.
Aquel corazón tan noble,
Tan ardoroso y altivo
Que hallaba el mundo pequeño
A sus gigantes designios;
Es hoy un hueco poblado
De sombras que no hacen ruido
Sombras de sueños dispersos,
Como neblina de estío.
¡Ah! Todo está como entonces,
Los sauces, el cielo, el río,
Las olas, hojas de plata
Del árbol del infinito;
Sólo el niño se ha vuelto hombre,
¡Y el hombre tanto ha sufrido
Que apenas trae en el alma,
La soledad del vacío!
Al terminar los estudios oficiales, se casa con la uruguaya Eloísa González (1857), y tuvieron muchos hijos. Una de ellas, Agustina, es considerada la principal poetisa enterriana del siglo XIX.
Justo José de Urquiza, entonces gobernador de la provincia, le ofreció viajar a Europa para completar su formación, junto a Juan Bautista Alberdi, que era entonces ministro de la Confederación Argentina. Andrade rechazó la oferta, y se dedicó al periodismo en Entre Ríos. Desde 1859 se destacó por su pluma, y a los 21 años fue nombrado su secretario personal por Santiago Derqui, presidente de la Nación. Por esa misma época comenzó a redactar para El Pueblo Entrerriano de Gualeguaychú columnas apoyando la causa federal; en 1864 fundó su propio medio, El Porvenir, criticando vehementemente la política porteña y sobre todo la guerra del Paraguay. En 1866 publicó un inteligente folleto, titulado Las dos políticas: consideraciones de actualidad, explicando la divergencia entre los intereses porteños y los del interior del país.Bartolomé Mitre ordenó al año siguiente la clausura de El Porvenir, lo que motivó a Andrade a mudarse a Buenos Aires para publicar en El Pueblo Argentino. Colaboró con Carlos Guido Spano y Agustín Vedia en la redacción de La América, apoyando la candidatura presidencial de Urquiza. Dirigiría luego La Tribuna Nacional, además de enseñar historia clásica en el Colegio Nacional Buenos Aires. En 1878 fue electo diputado, y reelecto tres años más tarde.
Fue poeta de cariz lírico y épico, aunque dio poco a la publicación. Las obras épicas abordaron los mismos temas de la historia nacional que había tratado como periodista. Posiblemente sus mejores versos podamos hallarlos en su obra El nido de cóndores
Fuente: http://es.wikipedia.org
La vuelta al hogar
Todo está como era entonces:
La casa, la calle, el río,
Los árboles con sus hojas
Y las ramas con sus nidos.
Todo está, nada ha cambiado,
El horizonte es el mismo;
Lo que dicen esas brisas
Ya, otras veces, me lo han dicho.
Ondas, aves y murmullos
Son mis viejos conocidos,
Confidentes del secreto
De mis primeros suspiros.
Bajo aquel sauce que moja
Su cabellera en el río,
Largas horas he pasado
A solas con mis delirios.
Las hojas de esas achiras
Eran el tosco abanico,
Que refrescaba mi frente
Y humedecía mis rizos.
Un viejo tronco de ceibo
Me daba sombra y abrigo
Un ceibo que desgajaron
Los huracanes de estío.
Piadosa una enredadera
De perfumados racimos
Lo adornaba con sus flores
De pétalos amarillos.
El ceibo estaba orgulloso
Con su brillante atavío,
Era un collar de topacios
Ceñido al cuello de un indio.
Todos, aquí, me confiaban
Sus penas y sus delirios:
Con sus suspiros las hojas
Con sus murmullos el río.
¡Qué triste estaba la tarde
La última que nos vimos!
Tan solo cantaba un ave
En el ramaje florido.
Era un zorzal que entonaba
Sus más dulcísimos himnos,
¡Pobre zorzal que venía
A despedir a un amigo!
Era el cantor de las selvas,
La imagen de mi destino,
Viajero de los espacios,
Siempre amante y fugitivo.
¡Adiós! parecían decirme
Sus melancólicos trinos;
¡Adiós, hermano en los sueños,
Adiós, inocente niño!
Yo estaba triste, muy triste,
El cielo oscuro y sombrío;
Los juncos y las achiras
Se quejaban al oírlo.
Han pasado muchos años
Desde aquel día tristísimo;
Muchos sauces han tronchado
Los huracanes bravíos.
Hoy vuelve el niño, hecho hombre,
No ya contento y tranquilo,
Con arrugas en la frente
Y el cabello emblanquecido.
Aquella alma limpia y pura
Como un raudal cristalino
Es una tumba que tiene
La lobreguez del abismo.
Aquel corazón tan noble,
Tan ardoroso y altivo
Que hallaba el mundo pequeño
A sus gigantes designios;
Es hoy un hueco poblado
De sombras que no hacen ruido
Sombras de sueños dispersos,
Como neblina de estío.
¡Ah! Todo está como entonces,
Los sauces, el cielo, el río,
Las olas, hojas de plata
Del árbol del infinito;
Sólo el niño se ha vuelto hombre,
¡Y el hombre tanto ha sufrido
Que apenas trae en el alma,
La soledad del vacío!
Anónimo Said,
Andrade es un poeta epico,generacion naciente del ser literario nacional,tengo desarrollado Las Dos Politicas con comentarios que pronto divulgare..Dr. Luis Maria Andrade
Posted on 19 de marzo de 2009, 5:19 p. m.