Nació en Montevideo.
Su verdadero nombre era Arthur García Núñez de muchacho vino con su madre a Buenos Aires, y estudió en el Colegio Nacional Mariano Moreno, para ingresar más tarde en la Facultad de Medicina. Pero abandonó la carrera, marchándose a la aventura, a El Chaco.
Luego de mil peripecias, a las que relegó en el último lugar de la memoria, como si hubiese querido borrarlas definitivamente del recuerdo, regresó a Montevideo.
Fue redactor de El Imparcial y posteriormente de El Plata. El periodismo y la radio sustentaron su prestigio, que se tornó amplio y aplaudido, sin dificultades para aceptárselo con plenitud absoluta.
Cuando Wimpi apareció en la prensa porteña, allá por 1946, se produjo un fenómeno cercano al deslumbramiento que provocan siempre todas las revelaciones gratas al espíritu, la aprobación y hasta la adhesión ruidosa del público que comenzó a leerlo, fue inmediata y resonante.
El gusano loco y Los cuentos del viejo Varela fueron los únicos libros que la timidez de Wimpi se atrevió a publicar después de tremendas dudas. Muchos otros corrieron el destino del fuego, al que los arrojó el autor, incapaz de sobreponerse a su sentido extremo de la autocrítica.
La taza de tilo, Ventana a la calle, Cartas de animales, Viaje alrededor de un sofá, Vea amigo, La risa, Los cuentos de Don Claudio Machín, El fogón del viejo Varela y La calle del gato que pesca, acaso pudieron correr idéntico camino, pero el inesperado y llorado fallecimiento de Wimpi acaecido en Buenos Aires el 9 de septiembre de 1956, los salvó de tan quemante suerte.
Las manos queridas y el afecto intacto de Caracol, su esposa, más allá de la vicisitud inevitable, tuvieron preservados esos originales inéditos con amor ejemplar y permiten que el lector tenga las obras completas de Wimpi, con el fresco, lozano, ingenioso, y exultante humor alado y restallante de su talento.
Fuente: http://letras-uruguay.espaciolatino.com
Nosotros, y con la admiración de siempre por Wimpi, recurrimos a Omar Moreno Palacios, un gran cantor, poeta y custodio de las tradiciones bonaerenses, para ponerle un marco ideal a la nota, con dos cuentos del genial uruguayo, dichos con respeto campechanamente puro.
Haga CLICK aquí, para disfrutar del talento de Wimpi y O. M. Palacios.
Luego de mil peripecias, a las que relegó en el último lugar de la memoria, como si hubiese querido borrarlas definitivamente del recuerdo, regresó a Montevideo.
Fue redactor de El Imparcial y posteriormente de El Plata. El periodismo y la radio sustentaron su prestigio, que se tornó amplio y aplaudido, sin dificultades para aceptárselo con plenitud absoluta.
Cuando Wimpi apareció en la prensa porteña, allá por 1946, se produjo un fenómeno cercano al deslumbramiento que provocan siempre todas las revelaciones gratas al espíritu, la aprobación y hasta la adhesión ruidosa del público que comenzó a leerlo, fue inmediata y resonante.
El gusano loco y Los cuentos del viejo Varela fueron los únicos libros que la timidez de Wimpi se atrevió a publicar después de tremendas dudas. Muchos otros corrieron el destino del fuego, al que los arrojó el autor, incapaz de sobreponerse a su sentido extremo de la autocrítica.
La taza de tilo, Ventana a la calle, Cartas de animales, Viaje alrededor de un sofá, Vea amigo, La risa, Los cuentos de Don Claudio Machín, El fogón del viejo Varela y La calle del gato que pesca, acaso pudieron correr idéntico camino, pero el inesperado y llorado fallecimiento de Wimpi acaecido en Buenos Aires el 9 de septiembre de 1956, los salvó de tan quemante suerte.
Las manos queridas y el afecto intacto de Caracol, su esposa, más allá de la vicisitud inevitable, tuvieron preservados esos originales inéditos con amor ejemplar y permiten que el lector tenga las obras completas de Wimpi, con el fresco, lozano, ingenioso, y exultante humor alado y restallante de su talento.
Fuente: http://letras-uruguay.espaciolatino.com
Nosotros, y con la admiración de siempre por Wimpi, recurrimos a Omar Moreno Palacios, un gran cantor, poeta y custodio de las tradiciones bonaerenses, para ponerle un marco ideal a la nota, con dos cuentos del genial uruguayo, dichos con respeto campechanamente puro.
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